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¡HAZ LA PRUEBA!

¡HAZ LA PRUEBA!


Se considera que Tomás A. Edison fue el mayor inventor de todos los tiempos. Sin embargo, en medio de todas sus creaciones, fracasó miles de veces. Y, cuando se le preguntó si no se sentía desalentado frente a tantos fracasos, él respondió: "No, al contrario, ahora conozco cuáles son los caminos errados, a fin de no volver a incurrir en ellos".
Entre sus admirables condiciones personales, Edison reveló tener gran temple cuando un terrible incendio destruyó por completo su enorme planta industrial de Nueva Jersey, asegurada solamente en un diez por ciento de su valor real. Mientras contemplaba la acción destructora  de las llamas, él se dirigió a su hijo Carlos,  de veinte años, y le gritó: "¡Ve a llamar a tu madre, y tráela. Nunca verá cosa igual en toda su vida!"
Más tarde, Edison le decía al mismo hijo: "Una catástrofe de esta proporción tiene una gran ventaja. Todos nuestros errores han desaparecido con el fuego. Ahora podemos comenzar de nuevo". Y, en diez semanas, la compañía volvía a estar en plena producción.
¿Se te han echado a perder alguna vez tus logros personales? ¿Algún accidente o alguna traición ha malogrado tu empresa, o ha impedido tu progreso laboral? ¡Siempre estás a tiempo para volver a empezar! ¡Siempre puedes probar de nuevo, y salir airoso o airosa en tu intento! El tesón y el éxito de Edison pueden ser también atributos tuyos, si tu decisión es firme y te animas a recomenzar. Ayer te dominaba una mente negativa, y no se sentías bien. Hoy puedes transitar por la senda del optimismo y sentirte mucho mejor. ¡Haz la prueba! ¡Vale la pena!

SEGUIR PROBANDO


Hace unos años, un amigo, médico de profesión, decidió abandonar su ciudad natal y radicarse en un lejano país extranjero. Allí, rindió el examen correspondiente para poder ejercer la medicina. Pero, debido a la dificultad del nuevo idioma, mi amigo no pudo aprobar el examen.
Después de varios meses, hizo un nuevo intento. Volvió a fracasar. Otra vez dejó pasar los meses requeridos, y rindió el examen por tercera vez. Como el resultado fue nuevamente negativo, al cabo de un tiempo mi amigo hizo una nueva prueba. ¡Y otra vez mal...! Pero, su voluntad estaba en pie. Así que, probó de nuevo... Intentó cinco, seis y siete veces, hasta que por fin pudo revalidar su título y ejercer normalmente su profesión.
Dificultades no le faltaron, ni desalientos. Pero mi amigo no permitió que el pesimismo lo dominara. Y, con su mentalidad optimista, probó y probó, hasta que alcanzó el resultado tan deseado. ¡A cuántos otros les ha sucedido algo parecido! Hombres y mujeres que habrían terminado en el fracaso y la frustración, si se hubieran detenido ante su primera dificultad o derrota. Pero, supieron persistir, y llegaron...
Veamos otro ejemplo aleccionador. Los discípulos de Jesús habían pasado toda la noche pescando, pero sin resultado alguno. Horas de trabajo cansador, sin pescar un solo pez. Una noche entera echando la red al mar, para regresar a la madrugada con la barca vacía...
Mientras los discípulos procuraban digerir el fracaso de esa noche infructífera, Jesús los sorprendió con la insólita orden: "Remen mar adentro, y echen sus redes para pescar". Entonces, Pedro le dijo: "Maestro, hemos trabajado toda la noche, y nada hemos pescado. Pero por tu palabra echaré la red" (S. Lucas 5:5). Y el relato termina diciendo que, "al hacerlo así, apresaron tal cantidad de peces que la red se rompía". A tal punto que tuvieron que pedir ayuda a sus compañeros, y alcanzaron a llenar dos barcas de peces, de tal manera que casi se hundían. Lee la historia en San Lucas 5:1 al 11.
Los dos ejemplos presentados muestran que siempre vale la pena realizar un esfuerzo adicional. En un caso, vimos al médico que insistió hasta poder revalidar su título en el país extranjero. Y en el otro caso vimos al discípulo Pedro y sus compañeros, echando de nuevo la red después de una noche sin pescar nada. El médico físicamente triunfó. y los discípulos se asombraron con su pesca tan abundante.
El optimismo del médico y la fe de los discípulos enseñan que el fracaso de ayer puede convertirse en el éxito de hoy. Para ello, hay que seguir probando como quien busca una oportunidad adicional en su vida. Y, cuando el éxito aparece, se advierte la gran fuerza operativa del optimismo y la fe puesta en Dios. ¿Notas cuánto pierde la mente negativa, y cuánto gana la persona positiva? ¡Sé optimista, y te irá mucho mejor! ¡Pídele al Señor que te haga una personal tal!

NUNCA TE RINDAS


¿Disfrutas de la naturaleza? ¿Te gusta escalar montañas? Sin duda, es algo hermoso poder hacerlo. ¿Qué dirías si conoces la historia de un escalador al que le falta una pierna? No suena muy lógico, ¿verdad? Él podría dedicarse a otros desafíos más "pasivos" o de "entrecasa". Pero no. Todd Huston tiene algo en claro, una frase que es la insignia de su vida: "Nunca te rindas".
Repasemos brevemente los acontecimientos más importantes de su vida:
  • Nació en los Estados Unidos, en 1961.
  • A los 14 años, sufrió un accidente en un lago de Oklahoma. Le practicaron 28 operaciones en 2 meses.
  • A los 21, le amputaron una pierna. Luego, se graduó en Psicología y comenzó a armar piernas ortopédicas.
  • A los 31 años pudo caminar y correr de nuevo.
  • Durante dos años se entrenó y se convirtió en escalador.
  • A los 33 años escaló los picos más altos de cada uno de los Estados de EE.UU. (incluso el Monte Mckinley, el macizo hielo de Alaska, de 6194 metros). Lo hizo en menos de 101 días, el récord hasta entonces.
En su libro Al filo de lo imposible, Todd Huston escribió: "Mediante la fe en Dios y por medio del buen uso de los talentos que él nos dio, podemos vencer todos los obstáculos. Algunos son físicos; otros, mentales; y otros, espirituales. No importa qué barreras se interpongan. La perseverancia marca la diferencia entre el fracaso y el éxito. Los problemas no son más que un breve capítulo en nuestras vidas. Podemos escalar más que montañas porque no estamos solos. Dios es nuestro amparo y fortaleza. ¡Nos vemos en la cumbre!

"QUISIERA SER DIFERENTE"

Sus hijos se lo dijeron con cariño: "Papá, con ese genio, estás entristeciendo y poniendo nerviosa a toda la familia. ¿Podrías ser un poco más suave y tolerante?" Y el padre reconoció su genio altivo y nervioso, y terminó diciendo: "Tienen razón, chicos, debo cambiar. Quisiera ser diferente, pero no sé cómo lograrlo". Y este padre de familia, con el tiempo, fue cambiando gracias a la ayuda que pidió y recibió de Dios. Él hizo su parte, y el resto lo hizo Dios.
Con la colaboración y comprensión de su esposa y sus hijos, este hombre llegó a ser una nueva persona. No cerró su mente. Más bien, con un toque de humildad y de optimismo -además del apoyo familiar-, orientó su modo de ser hacia una convivencia serena y armoniosa. Y asi salvó su matrimonio en crisis y recuperó la unidad de su hogar.
¿Cómo es tu temperamento, tu carácter? Si tuvieras que darle un giro diferente a tu comportamiento general, muéstrate optimista en tu deseo de cambiar. La gente negativa y pesimista se cierra a sí misma el camino del progreso general. ¡Tú sé diferente! Piensa que, con insistencia, humildad y optimismo, puedes conseguir altos beneficios para tu vida y la de quienes te rodean.
Cuando debas enfrentar problemas en tu hogar o en tu trabajo, encomienda tu vida a Dios. Y él te dará una actitud creativa y optimista para lograr las mejores soluciones. Asegura la paz de tu familia y el bienestar en tu trabajo con un modo de ser positivo, sin quejas ni lamentos. Esto te hará más amigable y cordial, y disfrutarás mucho más de tu vida de convivencia. ¡Haz la prueba!
Recordemos también, en este contexto, el caso del fumador, el alcohólico o el drogadicto que quiera vencer su enviciamiento. Cualquiera de ellos también debería adoptar una actitud optimista y, con ella, imaginar anticipadamente lo bien que se sentirá cuando haya resuelto su problema. Amigo fumador, bebedor o drogodependiente, si hasta ahora no has podido vencer tu hábito esclavizador, no te desalientes ni te des por vencido, o vencida. ¡Hay una salida para ti!
Dale una oportunidad a tu optimismo, y sobre todo a Dios, cuya mano de ayuda podrá hacerte vencedor, o vencedora. La asistencia médica especializada podría facilitar tu recuperación, pero haría mucho más en tu favor si te mostraras optimista y a la vez pidieras el auxilio divino.
Tu pedido a Dios podría ser con estas palabras: "Señor, no puedo vencer con mi sola fuerza. Lo he intentado muchas veces, y otras tantas he reincidido. Hoy quiero probar de nuevo, pero con tu ayuda. Aumenta mi fuerza de voluntad y mi fe, para creer en tu poder vencedor. Hazme optimista, para poner lo mejor de mi parte". Y, luego de este ruego sincero, espera la respuesta de Dios, porque seguramente te llegará.
Piensa solamente en el éxito. Pero, si por alguna razón volvieras a reincidir, no te detengas. Insiste y vuelve a probar. ¡Si te mantienes junto a Dios, finalmente lograrás la victoria anhelada!

DEL NO AL


Siempre han existido personas pesimistas. Personas que frente a un desafío mayor se declaran incompetentes y sin razón se niegan a probar. En un momento dado de su vida, Moisés fue una persona tal.
Repasemos la historia, y recordemos la reacción inicial de Moisés cuando fue llamado por Dios para sacar a los hebreos de Egipto. La ambiciosa empresa parecía una imposibilidad. Y Moisés, ya con ochenta años de edad, se declaró incapaz para aceptar semejante cometido, tan grande como riesgoso para él. Sobre todo, porque sus últimos cuarenta años los había pasado en el desierto como pastor de ovejas. No tenía experiencia como guerrero para enfrentar a los egipcios, o para luchar contra ellos.
Así que, Moisés rechazó la invitación de Dios. Pero Dios insistió, hasta quitar el pesimismo y la resistencia del corazón de Moisés. Entonces, ya sin argumentos ni excusas, Moisés se dispuso a seguir dócilmente las directivas divinas. Y, a partir de ese cambio de actitud, Moisés ejerció durante cuarenta años un poderoso liderazgo en favor de su pueblo. Terminó siendo uno de los hombres más positivos y optimistas. Parte de su historia aparece en el libro bíblico de Éxodo, capítulo 1 al 20.
Si Moisés se hubiese cerrado con su mente negativa, y no hubiera cedido ante la insistencia de Dios, se habría perdido en el fondo de la historia como alguien que despreció la mejor de sus oportunidades. El pesimismo nunca conduce a algo bueno, porque es negativo, inactivo, depresivo e improductivo. El optimismo, en cambio, es altamente positivo y constructivo. Así lo demostró Moisés cuando confió en Dios, aceptó el encargo divino, y condujo a su pueblo con sobresaliente  fe y optimismo. En todo momento, "se sostuvo como viendo al Invisible" (Hebreos 11:27).
Tú también puedes pasar del pesimismo al optimismo. ¡Aunque más no sea por una semana! Haz la prueba, y espera los resultados. Fíjate en qué aspecto de tu vida deberías ser más positivo. Y luego, inténtalo con decisión y pidiendo la ayuda de Dios. Mientras tanto, durante esos pocos días de prueba, busca la compañía de los optimistas y procura alentar a alguna persona pesimista, que siempre las hay por todas partes. Esto te afirmará en tu esfuerzo por ser radiante y exitoso. Así funciona la "escuela del optimismo", que utiliza la fe y la voluntad como fuerzas de cambio mental.

FORTALEZA ESPIRITUAL


Durante los días de la guerra de la independencia estadounidense, en las horas más difíciles de la contienda, el general George Washington fue visto por sus enemigos ingleses en actitud de oración. De inmediato, estos se llenaron de temor, y se dijeron entre sí: "Estamos perdidos, Washington está orando".
Aquellos soldados estaban convencidos de que en la oración hay fortaleza y victoria. Y estaban en lo cierto. Porque, en las batallas personales de la vida cotidiana, la plegaria es la fuerza más efectiva para lograr nuestras mayores victorias. Cuando recurrimos a Dios en busca de ayuda, él sale al encuentro de nuestra necesidad, y nos concede lo que no podríamos lograr con nuestra sola capacidad humana.
Podremos dudar de la eficacia de la oración. Podremos orar sin fe, y no lograr lo que buscamos. Pero también es posible probar con fe, y obtener magníficos resultados. El presente artículo nos dice: ¡Haz la prueba! Prueba abandonar los pensamientos negativos, prueba convertirte en una persona optimista, prueba una y otra vez sin cansarte, prueba con todas tus fuerzas... Pero, especialmente, ¡prueba con Dios! Cree de todo corazón que él te escucha y quiere ayudarte. Así que, dale una oportunidad a tu alma: habla con Dios, y pídele que te haga optimista.
Si ves oscuro el horizonte de tu vida, pídele al Señor que alumbre tu corazón. Si algún problema serio ha derrumbado tu ánimo, pídele que te levante y te mantenga en pie. Si has perdido la esperanza con respecto a tu matrimonio, tu trabajo o tu salud, ora a Dios para que él intervenga providencialmente en tu vida. Cuéntale lo que te pasa y cómo te sientes. Tómate de su mano, y él atenderá tu necesidad, por más compleja que sea. "Él enderezará tus veredas" (Proverbios 3:6). ¿Notas cuánto puede hacer Dios por nosotros?

FRACASAR NO ES TERMINAR... ES COMENZAR A TRIUNFAR

Todos, incluso los más reconocidos escritores, músicos, estadistas, inventores e intelectuales, hemos fracasado alguna vez.
Pero la cuestión no es fracasar, sino volver a ponerse en pie luego del fracaso. La clave está en no dejarse arrastrar por las adversidades, sino levantarse para llegar a ser vencedores.
  • Beethoven tocaba mal el violín y se dedicó a la composición. Pero, su maestro le decía que era mal compositor. Luego, perdió la audición.
  • Los padres de Enrico Caruso querían que el muchacho fuera ingeniero. Creían que no tenia buena voz y que no llegaría a ser un buen cantante.
  • A Walt Disney lo despidieron del periódico donde trabajaba, porque le faltaban ideas. Estuvo varias veces en bancarrota.
  • Albert Einstein no hablo hasta los cuatro años. Su maestro de la escuela primaria lo consideraba un retrasado mental.
  • Cuando cursaba sus estudios universitarios, Louis Pasteur era un estudiante mediocre. Ocupaba el puesto 15 entre los 22 alumnos que había en su clase.
  • Newton estaba entre los peores estudiantes de su clase.
  • El escultor Rodín fracasó tres veces antes de entrar en la escuela de Arte.
  • R. H. Macy fracasó siete veces antes de fundar el famoso almacén Macy en Nueva York.
  • El escritor John Creasey recibió más de 500 notas de rechazo antes de publicar sus 564 libros.
No te preocupes por los fracasos. Aprende de ellos y vuelve a intentar.

EN BUSCA DEL OPTIMISMO


Una señorita de veinte años me contaba, en una carta, que por naturaleza era "negativa, pesimista, indecisa y aburrida". Y, luego de mencionar algunos de los resultados de tal manera de ser, la muchacha preguntaba: "¿Valdrá la pena vivir así? ¿Cómo debería enfrentar la vida para sentirme mejor?" Y añadía: "Dios tendrá que hacer un milagro para cambiarme, pero yo no creo en los milagros".
Esta buena chica sabía que debía cambiar para ser feliz. Pero, en su pesimismo y su pensamiento negativo, estaba cerrada, incluso a la posibilidad de recibir alguna ayuda de parte de Dios. Y, con semejante mentalidad descreída, estaba estancada y abatida.
Finalmente, sin otra salida a la vista, la muchacha probó el camino de la oración. Al principio le costó hablar con Dios, porque nunca lo había hecho. Pero, día tras día le fue abriendo su corazón a Dios, y fue recibiendo la fuerza espiritual que tanto necesitaba. Entonces comprendió el valor de la oración. Supo que Dios escucha y responde. Su rostro se iluminó, y su corazón se fue llenando de optimismo.
Si alguna vez el pesimismo ensombreció tu alma, no te eches a lamentar tu suerte ni te dejes aplastar por la adversidad. Dios siempre tiene una solución para nuestros males. ¡Con él, es posible desarrollar el optimismo en el corazón! Con su ayuda divina, lo negativo puede volverse positivo. Así oraba cierta noche un hombre que anhelaba ser optimista.

Señor, esta mañana me ha ocurrido algo extraño en mi trabajo. Tuve que dar una opinión y, al terminar de hablar, mis compañeros me tildaron de "pesimista". Me dolió esa acusación, pero no dije nada. Y más tarde, en la soledad de mi oficina, reconocí que mis compañeros tenían razón. Es verdad, Señor, soy pesimista. Comprendo que en mi hogar provoco inconvenientes en la convivencia, por causa de mi mentalidad negativa.
Dios mío, en el silencio de la noche, mientras mi familia descansa, me acerco a ti reconociendo mi necesidad. Te ruego que me ayudes a tener una mente positiva, y a ver las cosas buenas que me rodean. Que sepa valorar las ideas ajenas, para apoyarlas si son buenas y constructivas. Despierta en mí la alegría de vivir. Pon en mis labios solo palabras agradables y alentadoras. Con lo que me paso esta mañana, de haber sido tildado de "pesimista", reconozco que debo cambiar.
Señor, ¡hazme una persona optimista! Y que mañana, al regresar a mi trabajo, pueda mostrar ante mis compañeros el nuevo rostro de mi alma, y hasta pueda ayudar a algún pesimista que todavía haya en el grupo. ¡Muchas, muchas gracias por este milagro que harás en mí! Amén.

Al día siguiente, el hombre comenzaba a ser un empleado diferente: positivo, sonriente, y sorprendiendo a sus compañeros por el cambio... Su oración sincera determinó que Dios lo cambiara. Y, a partir de esa plegaria, el hombre siguió afirmando su optimismo, y mejorando sus relaciones laborales y familiares. Con su progreso, le daba gracias a Dios cada día por el cambio que seguía experimentando...
¿Cuál es tu modalidad habitual, o cuáles son tus actitudes? Si tuvieras que cambiar tu estado emocional, no lo dudes, habla con Dios sobre el tema, pide su ayuda, y tu oración tendrá respuesta, como ocurrió con el mencionado empleado. ¡Haz la prueba! Pide con fe, y la fuerza del optimismo nacerá en tu corazón...

¿POR QUÉ HAY QUE PEDIR?

Cuando la nave espacial Apolo XI estaba por iniciar su histórico viaje a la Luna, el gran cerebro de esa hazaña científica, Wernher von Braun, declaró que todo estaba en condiciones, y que se habían extremado todos los cuidados para asegurar el éxito del viaje. Y añadió: "Lo que resta hacer ahora es orar". ¡Cuántos creyentes unieron sus ruegos en favor de aquel viaje de los tres astronautas!
¿No encierran una valiosa lección las palabras de von Braun? Sí, cuando hacemos lo mejor de nuestra parte para tener éxito, todavía nos queda algo importante que hacer. Y esto es pedir en oración la ayuda de Dios. Siempre podemos triunfar con Dios, mientras que sin él es prepararnos para fracasar.
Si hasta aquí te has esforzado por ser radiante y positivo, y no lo has logrado, te pregunto amablemente: ¿Has hablado con Dios al respecto? ¿Le has presentado tu necesidad y tu preocupación? Es decir, ¿le has pedido su ayuda divina para alcanzar tu deseo? Digo: ¿Le pediste a Dios de todo corazón, creyendo que él podría darte todo lo que pedías?
El rey David escribió: "Al atardecer, de mañana y al mediodía oro y clamo, y él [Dios] oye mi voz" (Salmo 55:17). David vivía en diálogo con Dios mediante la oración, y sus oraciones tenían respuesta. De igual modo, nuestras plegarias de hoy reciben la respuesta del Señor, siempre que pidamos lo que redundará para nuestro bien. Porque ciertamente lo que pidamos de modo equivocado no lo recibiremos. ¡Cuán bueno es nuestro Padre celestial, que filtra nuestros pedidos, y que solo nos da lo que realmente necesitamos!
Nuestro privilegio es pedir, y la disposición de Dios es dar. Dar con poder, con amor, con sabiduría, y siempre para nuestro beneficio. No obstante, muchos se preguntan: ¿Para qué orar o pedir, si Dios ya sabe lo que necesitamos? Y la pregunta tiene su respuesta:

  1. La oración no tiene solamente la función de pedir la ayuda de Dios, sino también existe para conversar con él y abrirle nuestro corazón como al amigo más entrañable. Dialogar con un buen amigo, a quien queremos de verdad, siempre nos hace bien. Sentimos que él nos escucha con interés y que nos comprende. Le contamos lo que nos pasa, y terminamos más animados y apoyados. Eso nos ocurre cuando oramos o hablamos con Dios.
  2. La oración es también para sentir la presencia del Señor en nuestro corazón. Nuestra comunicación con él crea en nuestra mente una atmósfera de espiritualidad, y ahuyenta los malos pensamientos y los sentimientos negativos. Aleja toda forma de pesimismo y desaliento, y nos da en cambio la fuerza del entusiasmo y el optimismo.
  3. Además, la oración es para expresar nuestra gratitud a Dios. Nuestra mente piensa, nuestro corazón late, nuestros pulmones respiran, nuestras manos se mueven, nuestros pies nos llevan de un lugar a otro, y el resto de nuestro organismo se comporta de modo tan maravilloso que no podemos menos que agradecer cada día al Señor por la vida y la salud que nos da. Y, adicionalmente, él nos concede tantas otras bendiciones, de toda índole, que no podríamos omitir nuestra gratitud a él. Quien solamente pide y no agradece a Dios se vuelve egocéntrico, ingrato e indiferente para con Dios. ¡Nos hace tanto bien agradecer como pedir! Ser agradecidos nos eleva y afirma nuestro optimismo. Nos hace mejores hijos de Dios.

DIALOGAR CON ÉL


Quien insista en decir que no le pide nada a Dios, porque él "ya sabe lo que necesitamos", que recuerde esta idea: el pedir con sensatez lo que realmente necesitamos nos exige analizarnos y conocernos interiormente. Por lo tanto, no es solo un modo de rogar para recibir. Es una introspección inteligente, que pone al descubierto cómo estamos por dentro, y que nos lleva a nuestro Padre celestial para recibir la fortaleza divina.
Así que, no descuides la buena costumbre de orar y dialogar con Dios, pensando que él "ya sabe lo que necesitamos". Te voy a confesar cómo es mi manera más común de orar. Dondequiera que me encuentre, siempre dispongo de momentos para hablar en silencio con Dios. Si no puede ser en un lugar de quietud y soledad, igualmente puedo hacerlo rodeado de gente, durante un viaje cualquiera, o bien cuando salgo a caminar. Aun en medio el bullicio ciudadano es posible conservar un rincón de paz interior, para dialogar en silencio con Dios.
Y, en esos diálogos con Dios, le digo lo que siento y lo que anhelo, le ruego su ayuda y le expreso mi gratitud. Y todo eso me da paz, aviva mi creatividad, aumenta mi seguridad y renueva mi optimismo. No podría vivir sin hablar con Dios, como no podría vivir sin respirar. Uno siempre se siente mejor cuando termina de dialogar con el Señor, porque siempre es posible percibir su delicada voz hablando a la conciencia.
Te recomiendo afectuosamente que cultives el magnífico hábito de orar y hablar con Dios, con tus palabras cotidianas, y con la mucha o poca fe que tengas en tu corazón. Te hará tanto bien que luego no querrás dejar de orar por ninguna razón. Orar no cuesta nada, pero asegura los mejores dividendos. Y nadie te lo podría impedir, porque se trata de una acción íntima y privada, si bien sus resultados pueden ser visibles a los ojos de los demás.
Multiplica tu optimismo orando a Dios. ¡Haz la prueba! Serás así más fuerte, más realista, más humilde, más diligente y más feliz. ¿Harás la prueba?

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