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ESTÍMULOS QUE RENUEVAN EL CORAZÓN

ESTÍMULOS QUE RENUEVAN EL CORAZÓN


Por razones de trabajo, un joven profesional debió ausentarse de su país durante casi dos años. Le fue difícil separarse de su familia y de sus amigos. Pero le resultó aún más difícil separarse de su novia, a la cual amaba entrañablemente. Y la distancia puso a prueba el amor de los novios. Ella, siempre extrañando a su amado; y él, con grandes nostalgias en su corazón.
Pero había algo que mantenía encendido el amor de la pareja. Era la firme y mutua promesa de que contraerían matrimonio, ni bien él regresara al país. Las cartas iban y venían, renovando siempre aquella tierna promesa de amor. Y transcurrido el tiempo previsto, el novio regresó y se produjo la boda con plena felicidad para los contrayentes y sus familiares.
¡La importancia de una promesa formal! A estos novios les permitió conservar el amor y la esperanza del casamiento. Y otros, ante una promesa confiable, han iniciado empresas, han invertido dinero, o se han embarcado con éxito en proyectos de la más variable índole. Una promesa constructiva y responsable siempre estimula el optimismo y produce buenos resultados.

PROMESAS PRECIOSAS


Si las promesas humanas pueden dar origen a nobles realizaciones, ¡cuánto mejor efecto podrán surtir las promesas divinas! Al respecto, se nos dice que Dios "nos ha dado preciosas y grandísimas promesas, para que por ellas llegaseis a ser participantes de la naturaleza divina" (2 S. Pedro 1:4).
¿Cómo podemos conocer estas promesas? ¿Dónde se encuentran? Están registradas en las páginas de las Sagradas Escrituras. Y efectivamente, son tan preciosas y grandísimas que nos llevan a confiar en Dios,  y a sentir la propia naturaleza divina en nuestro corazón. Adicionalmente, "todas las promesas de Dios son 'sí' en él" (2 Corintios 1:20). Es decir, se trata de promesas seguras y positivas, cuya finalidad consiste en enriquecer nuestra vida y avivar nuestro optimismo.
Sí, las abundantes promesas del Altísimo promueven nuestro optimismo. Nos llenan de esperanza, valor y seguridad. Nos permiten vivir el presente y el futuro tomados de la mano de Dios. Y cuando el ánimo decae, una sola promesa de ayuda divina basta para reanimarnos y sostenernos. En la calma y en la tormenta, o frente al peligro y la amenaza, Dios nos fortalece con sus promesas de amor. ¡Conserva afinado el oído de tu alma, y siempre podrás escuchar los salvadores consejos de Dios! Son los estímulos que nos mueven a vivir con cordura y gozo interior...
Los seres humanos podemos formular mil promesas diferentes, y luego, por variados motivos, cumplir solamente unas pocas de ellas. Y esto es así porque a menudo, aun con las mejores intenciones, no sabemos o no podemos poner en práctica lo que prometemos. Y así, terminamos siendo personas no creíbles, o no confiables, con lo cual decepcionamos al prójimo y manchamos nuestra buena reputación. De ahí la importancia de pensar antes de prometer, y de prometer solamente lo que podemos cumplir.
Felizmente, a diferencia de la actitud humana, cuando Dios promete algo lo cumple. Dice la Escritura que "fiel es el que prometió" (Hebreos 10:23). Y a menos que rechacemos las abundantes bendiciones que Dios nos ofrece, él siempre cumple lo que nos promete. No por imposición, sino por la bondad de su amor. ¿Comprendemos entonces cuántos motivos tenemos para mostrarnos optimistas y positivos, al saber que Dios es fiel y amante con nosotros?

¿QUÉ HACES CUANDO NO SABES QUÉ HACER?

Diariamente, la vida nos coloca frente  a situaciones complicadas que parecen dejarnos sin salida. ¿Qué hacemos cuando el camino se vuelve cuesta arriba y no encontramos solución? Responde, con sinceridad, estas preguntas:
  1. Cuando tengo que tomar una decisión y no sé que hacer...
  2. a) Consulto el horóscopo.
    b) Arrojo una moneda al aire.
    c) Me desespero completamente.
    d) Hago una oración.

  3. Cuando afronto una crisis...
  4. a) Me deprimo y me dejo estar.
    b) Tomo pastillas para dormir.
    c) Recurro al alcohol o a las drogas.
    d) Leo la Biblia en busca de las promesas de Dios.

  5. Cuando todo sale mal...
  6. a) Me quejo contra Dios.
    b) Lloro desconsoladamente.
    c) Busco ayuda en mis amigos y familiares cercanos.
    d) Busco culpables entre los demás.

LA PALABRA DE LA VERDAD


El resto de este artículo nos permitirá recordar diversas promesas que aparecen en la Santa Biblia. Sin embargo, veamos antes algunas de las características de este Libro Sagrado, que señalan su autoridad para ofrecer las grandes promesas de Dios.
Destaquemos el carácter permanente del contenido bíblico:
(1) "Sécase la hierba, marchítase la flor; más la palabra de Dios nuestro permanece para siempre" (Isaías 40:8).
(2) "El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras nunca pasarán" (S. Mateo 24:35).
(3) La palabra de Dios "vive y permanece para siempre" (1 S. Pedro 1:23).
Las palabras de la Biblia no envejecen ni pierden su vigencia. Son tan eternas como su divino Autor, e infunden tanto aliento, que llenan de gozo y alegría el corazón (Jeremías 15:16). Además, iluminan nuestra vida. Por eso, el salmista le dijo a Dios: "Lámpara es a mis pies tu palabra y lumbrera a mi camino" (Salmo 119:105).
También recordemos que "la palabra de Dios es viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos; y penetra hasta partir el alma y el espíritu, las coyunturas y los tuétanos, y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón" (Hebreos 4:12). Lo que Dios nos ha dejado escrito no es superficial. Llega hasta la intimidad del alma, y cambia la corriente de nuestros pensamientos y sentimientos. Reemplaza el egoísmo por el amor, la maldad por la integridad, el vacío interior por la plenitud espiritual, el pesimismo por el optimismo.
Finalmente, las palabras de Dios dan fruto bueno y seguro. Acerca de ellas, el Señor mismo declara: "Como descienden del cielo la lluvia y la nieve, y no vuelven allá, sino que riegan la tierra, y la hacen germinar y producir, y da semilla para sembrar y pan para comer, así será mi palabra que sale de mi boca, no volverá a mí vacía, antes hará lo que yo quiero, y prosperará en lo que le ordene" (Isaías 55:10, 11).
Frente a estas singulares características de la Palabra divina, ¡cómo no habríamos de confiar en las admirables promesas que aparecen en sus paginas! Todas ellas contienen un estímulo cierto para despertar el optimismo y purificar el corazón. Un himno cristiano lo dice de esta manera:
"Todas las promesas del Señor serán gozo y fuerza en nuestra vida terrenal; ellas en la dura lid nos sostendrán, y triunfar podremos sobre el mal".

ALIENTO Y FORTALEZA


Mientras estaba escribiendo esta pagina, recibí el llamado telefónico de Ana, una querida amiga nuestra que padece de un tumor cerebral. Durante seis años viene soportando esta dolencia con extraordinario valor. Nunca ha pronunciado una sola palabra de queja. Y quienes la visitan para animarla, terminan siendo animados por ella.
Ana es una fiel cristiana, una esposa y madre consagrada que ama a Dios, y que reconoce que vive por la bondad divina. Las promesas de la Palabra de Dios le infunden fortaleza y son su gran apoyo en su delicado estado de salud. La promesa que ella más aprecia es la de Isaías 41:10, que dice literalmente: "No temas, que yo estoy contigo. No desmayes, que yo soy tu Dios que te fortalezco. Siempre te ayudaré, siempre te sustentaré con la diestra de mi justicia".
Y así como estas palabras mantienen milagrosamente el buen ánimo y optimismo de Ana, también alientan el corazón de millones de otras personas. ¡Cuántos seres reciben -han recibido y recibirán- especial estímulo emocional con esta alentadora promesa de Dios! Esta promesa me ha sostenido a mi muchas veces, e igualmente podrá sostenerte a ti en los momentos de mayor necesidad. Léela de nuevo, y adóptala como compañera inseparable de tu vida. ¡Será una poderosa bendición para tu alma!

INFALTABLE COMPAÑÍA

Antes de llegar a su trono celestial, Jesús les prometió a sus discípulos: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (S. Mateo 28:20). Esta consoladora promesa acompañó y animó a los discípulos en los momentos más difíciles de su vida. Gracias a ella sintieron que no estaban solos, y que mediante su Espíritu podían tener al Señor en sus corazones para el cumplimiento de su misión apostólica. Tan grande promesa llenó de fervor a los discípulos, y les permitió enfrentar sus adversidades con admirable valor.
Estas palabras han tenido la virtud de alentar a los cristianos de todos los tiempos. El alma solitaria y en peligro encontró compañía y seguridad. Esta promesa fue la preferida del médico y misionero David Livingstone (1813-1873), mientras realizaba su labor cristiana entre los aborígenes de África. Su arduo trabajo no estuvo libre de riesgos y amenazas. Pero en medio de su aislamiento y sus peligros, siempre recordaba la fortalecedora promesa de Jesús: "Yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo" (S. Mateo 28:20).
¿Crees tu también en esta hermosa promesa divina? Sí, a menos que lo rechacemos, el Señor está siempre a nuestro lado. En todo momento, especialmente cuando más necesitamos de su compañía, sea en las horas de soledad o cuando los temores agobian nuestra alma. Por eso, cuando veas que tus problemas exceden tu sola fuerza humana, pídele a Jesús que cumpla su promesa en tu vida, y él lo hará para tu bien.
Adicionalmente, deseo recordarte otras dos promesas bíblicas que hablan de la permanente compañía de Dios. Son verdaderos estímulos que nutren la fe y añaden optimismo a la vida. La primera de estas promesas fue dada originalmente a Josué, cuando iba a ocupar la conducción de su pueblo. Dios le prometió: "No temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" (Josué 1:9). ¡Cuán animado se habrá sentido Josué al escuchar estas palabras del Altísimo!
Y la otra promesa destaca también la sustentadora compañía de Dios, con estas palabras: "Cuando pases por el agua, yo estaré contigo; y los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te quemarás, ni la llama arderá en ti" (Isaías 43:2). Estas palabras nos hablan del Dios cercano y comprensivo, cuya poderosa compañía puede librarnos de los peores peligros: desde las aguas turbulentas del mal hasta el fuego de la tentación que querían destruir nuestra salud física y espiritual.
Estas dos últimas promesas muestran a un Dios amante que, siendo nuestro Padre celestial, anhela estar junto a nosotros para:

  • Brindarnos su amor y su ayuda.
  • Combatir nuestra soledad.
  • Fortalecernos en nuestras obligaciones laborales.
Así que pídele a Dios su constante compañía. En tu hogar y en tu trabajo, asegúrate de contar con la presencia de Dios. Su divina compañía dará lustre a tu carácter, y los demás lo notarán... Esto te estimulará para seguir creciendo en éxito, alegría y optimismo...
David Livingstone (1813-1873) fue médico, explorador y misionero escocés. Llegó a África del Sur en 1841 como ministro congregacionalista de la Sociedad Misionera de Londres.
También está considerado como un referente en la historia de la exploración: el 16 de noviembre de 1855 descubrió las cataratas Victoria, en la actual frontera entre Zambia y Zimbabue. Además, Livingstone realizó observaciones astronómicas e informes de zoología, botánica y geología.

ABUNDANCIA DE BENDICIONES


RECORDEMOS EN ESTA SECCIÓN ALGUNAS OTRAS PROMESAS DE LA PALABRA DE DIOS.
  1. Dios "da vigor al cansado, y al débil aumenta la fuerza. Los muchachos se fatigan y se cansan, los jóvenes flaquean y caen. Pero los que esperan al Señor tendrán nuevas fuerzas, levantarán el vuelo como águilas; correrán, y no se cansarán; caminarán, y no se fatigarán" (Isaías 40:29-31).
    ¿No te parece extraordinaria esta promesa? En este tiempo, cuando abunda tanto la gente estresada, aquí Dios nos promete "nuevas fuerzas" para renovar el cuerpo y el espíritu; "nuevas fuerzas" para atender con calma nuestros trabajos cotidianos... Cada vez que sientas el cansancio del trabajo y de la vida, o si tus fuerzas están menguadas por alguna razón, invoca esta promesa delante de Dios para que él la cumpla en tu favor. ¡Y él lo hará!
    El Señor no quiere que vivamos tensos y agotados, o mal dormidos y debilitados por falta de descanso. Dale respiro a tu cuerpo y sosiego a tu alma. Permite que Dios controle todo tu ser, y haga efectiva en tu vida su promesa de amor. ¡Será el mejor impulso para estimular tu vitalidad y optimismo!
  2. "Te haré entender, te enseñaré el camino en que debes andar, sobre ti fijaré mis ojos" (Salmo 32:8) ¡Otro estímulo para el corazón!
    Esta es la promesa de un Padre que ama a sus hijos, y que los quiere librar de errores y fracasos. Cada vez que no entendemos ciertos hechos de la vida, Dios nos dice: "No te preocupes, yo te haré entender las cosas para que sepas cómo actuar y para tomar decisiones inteligentes". El Señor quiere darnos el don del discernimiento, para que sepamos transitar por el camino que conduce al éxito.
    Y es tanto lo que Dios se interesa en nuestro bienestar personal, que permanece con sus ojos puestos en nosotros para librarnos del mal. Aunque los demás te pasen por alto y te resten importancia, eres valioso o valiosa a la vista del Eterno. Sus ojos te siguen adondequiera que vas. Él lo ve todo, y te conoce a la perfección. Con sus toques de amor te va guiando por la senda del bien...
  3. "Jehová te guardará de todo mal. Él guardará tu alma. Jehová guardará tu salida y tu entrada, desde ahora y para siempre" (Salmo 121:7, 8). Todo el Salmo 121 encierra una magnífica promesa acerca de la amante protección de Dios.
    Cuando un enemigo nos amenaza, cuando el peligro es inminente, o cuando estamos de viaje lejos del hogar, deberíamos recordar esta segura promesa de Dios. ¡El Señor es siempre nuestro guardador y escudo protector! No hay ataques ni problemas que él no pueda dominar. ¡Junto a él desaparecen los temores y brota el optimismo! Con el salmista bíblico podemos decir: "Diré yo a Jehová: Esperanza mía, y castillo mio, mi Dios, en quien confiaré" (Salmo 91:2).
  4. "Pero fiel es Dios, que no os dejará ser tentados más de lo que podéis resistir, sino que dará también juntamente con la tentación la salida, para que podáis soportar" (1 Corintios 10:13).
    Todos tenemos tentaciones de diversa índole. Y ante ellas podemos ceder o caer, para luego sufrir el trance amargo de la derrota. Pero esta promesa afirma que Dios no permitirá que seamos tentados más allá de nuestra capacidad para resistir. ¡Qué promesa más estimulante!
    ¿Cuáles son tus tentaciones más frecuentes? ¿El alcohol, el tabaco, la droga, el sexo descontrolado o los juegos de azar? ¿O tal vez el orgullo, el egoísmo, la envidia e, incluso, el pesimismo? No importa cuánto quieran dominarte estas u otras tentaciones, la promesa es clara: ¡Dios te ayudará a vencer! ¡Él te mostrará el camino de salida! No hay tentación que sea más fuerte que Dios. Pídele entonces su ayuda, y el tentador huirá de tu lado.
  5.  "Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien" (Romanos 8:28). El éxito está asegurado para quienes aman a Dios y hacen su divina voluntad. ¿No te despierta esperanza y optimismo esta promesa?
    Pero aquí hay una condición, como ocurre con muchas otras promesas de la Escritura: el Señor hará que siempre nos vaya bien, si tenemos amor hacia él. Por eso, ante cualquier actividad o emprendimiento que iniciemos, nuestra gran pregunta debería ser: "¿Amo a Dios de verdad? ¿Soy un buen hijo (o hija) suyo?" Si la respuesta es positiva, el resto queda en las manos de Dios: él hará que todo lo que realicemos termine exitosamente.
    El célebre pintor Gustave Doré había pintado la figura de Cristo y todos -amigos y extraños- coincidían en que la obra era perfecta. Pero ante los elogios que recibía, Doré comentaba: "Podría haberlo pintado mejor si lo hubiera amado más". Y su comentario, ¿no podría aplicarse también a nuestra experiencia? ¡Cuánto mejor podría irnos en todos los órdenes de la vida, si amáramos más a nuestro Padre celestial! ¿No te parece?
    Este amor a Dios incluye fidelidad y obediencia a él, amistad con él, y dependencia de su poder divino. Es decir, el verdadero amor a Dios es mucho más que un mero sentimiento. Es una actitud del espíritu. Es la voluntad humana que se pliega a la voluntad divina. Y como resultado de ello, todo redunda para nuestro bien, aunque se trate de alguna dificultad. ¡Conserva esta alentadora promesa en tu corazón, y te llenarás de gozoso optimismo!

¿RESPONDE DIOS?


La variada gama de las promesas bíblicas, ahora nos lleva al tema de nuestras plegarias. ¿Contesta Dios, o no, lo que le pedimos? Veamos qué nos dice él mismo.
  1. "Me invocará, y yo le responderé. Con él estaré en la angustia, y lo libraré y glorificaré" (Salmo 91:15). Las respuestas de Dios son seguras, siempre que pidamos con fe lo que es bueno y edificante (S. Mateo 21:22; S. Juan 9:31).
    Dios promete librarnos de nuestras angustias, y darnos paz espiritual. Él sabe encauzar nuestras emociones y controlar nuestros pensamientos. Basta que se lo pidamos con sinceridad, para que él responda nuestro ruego. Nadie puede cambiarnos tan profundamente como solo Dios lo puede hacer. Pero, además de cambiar nuestro mundo interior, el Señor puede mejorar nuestro trabajo, nuestras relaciones interpersonales y nuestra convivencia en el hogar. Él se deleita en ayudarnos cada vez que se lo pedimos. "Cercano está Jehová a todos los que le invocan... de veras. Cumplirá el deseo de los que le temen; oirá asimismo el clamor de ellos, y los salvará" (Salmo 145: 18, 19).
    Cuando no anda bien algún aspecto de tu vida, pídele a Dios que te cambie. Su promesa no falla. Él responde. Así lo comprobó un hombre que nunca había orado. Pero cierta mañana, antes de salir de su casa, a su manera le pidió a Dios que lo ayudara durante ese día a resolver sus problemas. ¡Y la ayuda divina le llegó! Hoy, ese mismo hombre ora diariamente a Dios; y como resultado, vive con gozo y optimismo cada jornada. ¡Lo mismo puede pasar contigo!
  2. "Pedid, y se os dará; buscad, y hallaréis; llamad, y se os abrirá. Porque todo aquel que pide, recibe; y el que busca, halla; y al que llama, se le abrirá" (S. Mateo 8:7, 8) Esta es la promesa concreta y directa que formula Jesús acerca de la oración.
    ¿Sueles pedir, buscar y llamar con fe ante Dios? Es tan fácil hacerlo... No se trata de oraciones memorizadas o de frases estudiadas. Con el lenguaje cotidiano, y con la mayor espontaneidad en tus palabras, puedes llegar al corazón de Dios cuando oras. Si la multitud o el bullicio te rodea, puedes hablar con el Señor mediante una oración silenciosa. Y si te encuentras en tu cámara secreta, desde allí también puedes orar, "y tu Padre que ve en lo secreto te recompensará en público" (S. Mateo 6:6).
    Sí, Dios responde. Suple nuestras necesidades. Cuando nos ve caídos, nos levanta. Cuando estamos solos, nos brinda su compañía. Y cuando nos domina el signo negativo del pesimismo, nos estimula con sus promesas positivas de optimismo... Realmente, ¡vale la pena vivir en diálogo con Dios!

PROMESA DE PERDÓN

¡Cuán pesada es la carga de la culpa! Cometemos una falta o pecado -no importa de qué dimensión-, y el cosquilleo de la culpa nos quita la tranquilidad. Nos damos cuenta de nuestra necesidad de paz y de perdón. Y ese perdón que tranquiliza la conciencia es posible. Notemos la hermosa promesa que Dios formula sobre este tema.
"Aunque vuestros pecados sean como la grana, como la nieve serán emblanquecidos. Aunque sean rojos como el carmesí, vendrán a ser como blanca lana" (Isaías 1:18). Cualquiera que sea la índole de nuestras caídas, el Señor promete total perdón para ellas.
Dios es un pintor maravilloso. Pinta de azul el cielo, de verde la hierba del campo, y de variados colores las flores del jardín. Pero nunca pinta tan bien como cuando pinta de blanco el corazón de la persona a la cual él perdona. Realmente, Dios "es amplio en perdonar" (Isaías 55:7).
Si bien Dios aborrece el pecado, ama y perdona al pecador. Él nos promete: "Yo borro tus rebeliones", "no me acordaré de tus pecados" (Isaías 43:25). No importa cuáles o cuántas hayan sido tus faltas, si tu arrepentimiento es sincero, te alcanza la amorosa promesa del Señor: "Si confesamos nuestros pecados, Dios es fiel y justo para perdonar nuestros pecados, y limpiarnos de toda maldad" (1 S. Juan 1:9).
Querida muchacha consultante, a tu edad de 19 años, Dios quiere quitar la culpa de tu alma para darte tranquilidad y legítima alegría juvenil. Y con tu alegría, también regresará el optimismo a tu corazón. Mirarás tu futuro con una visión positiva. ¡Tu juventud cambiará para siempre! ¡Qué maravilloso estímulo de optimismo infunden las promesas divinas de perdón!
Y esto vale no solamente para joven aludida. Vale también para ti y para mí. Cuando el perdón de Dios nos pone en paz con él y con nosotros mismos, terminamos siendo felices y confiadamente optimistas. La fuerza del bien se impone así en nuestro corazón... ¡Cuánto perdemos entonces cuando el remordimiento o el amor propio nos impide pedir perdón!

EL MAYOR ESTÍMULO

Como hemos visto en líneas anteriores de este artículo, las promesas divinas -con el estímulo que producen- despiertan en nuestra mente actitudes afirmativas y optimistas.
Hace un tiempo, tuve la oportunidad de tratar a un joven de treinta años de edad, inteligente y adinerado, pero sin ganas de seguir viviendo. Depresivo y solitario, tenía su mente fija en la muerte. Me decía: "Quisiera quitarme la vida. Solo deseo morir". Hice lo mejor que pude por este muchacho... Por fin, lo perdí de vista, y no sé si todavía seguirá viviendo. Dios quiera que esté bien y feliz...
¡Cuántas veces he recordado a este pobre muchacho que no quería vivir, ni tampoco recibir apoyo para su alma adolorida! Y pensar que hay tantos otros seres humanos que padecen el mismo mal... Gente deprimida y pesimista, que no ven salida para sus problemas y que acunan la idea de desaparecer. Pero Dios sale al encuentro de tales personas, con la animadora promesa hecha por Jesús: "Porque yo vivo, vosotros también viviréis" (S. Juan 14:19).
El que nos dio la vida al crearnos, sigue siendo el Dios de la vida. El Señor no desea la muerte de nadie. La muerte es la enfermedad fatal, ajena a los planes y designios del Creador. La muerte entró en el mundo como consecuencia del pecado. Pero el maravilloso amor de Dios consiste en que él nos da gratuitamente la vida eterna, mediante Jesucristo (Romanos 6:23).
El muchacho al cual me refería no podía ver la vida plena y eterna que Dios le ofrecía. Y en su ofuscamiento espiritual estaba obsesionado con la idea de la muerte. Pero el altísimo lo quería llevar en la dirección contraria... Dice el discípulo del amor: "Esta es la promesa que él [Dios] nos dio, la vida eterna" (1 S. Juan 2:25). Estamos llamados a amar la vida y a disfrutar de ella. Y, luego de esta vida terrena, Dios nos promete "amplia y generosa entrada en el reino eterno de nuestro Señor y Salvador Jesucristo" (2 S. Pedro 1:11).
Esta es la belleza incomparable de la religión de Cristo que nuestro poderoso Dios de amor se pone por encima del dolor y de la muerte, y nos promete vida plena aquí y vida eterna en su reino celestial. Si caminamos junto al Señor y hacemos su voluntad, sus "preciosas y grandísimas promesas" se cumplirán en nuestro favor. Tendremos el estímulo divino para vivir cada día con gozo y optimismo radiante. ¡Mil gracias a Dios por la maravilla de su amor!

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