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DOS HISTORIAS CONTRAPUESTAS

DOS HISTORIAS CONTRAPUESTAS


El ejemplo de Helen Keller (1880-1968) es realmente inspirador. A causa de la escarlatina, a los 19 meses quedó ciega y sordomuda. Una terrible desgracia sin solución aparente. No obstante, logró superar su penosa condición. Estudió, aprendió y se distinguió como diplomática de su país. En su rostro siempre se advertía una expresión de alegría. Hasta llegó a decir: "¡He podido comprobar que la vida es tan hermosa!". Tan desafortunada, y a la vez tan feliz...
La admirable actitud de Helen Keller muestra cuánto podemos alcanzar, aun en las situaciones más desfavorables de la vida. Su desgracia pareció destinarla al olvido y la inutilidad. Sin embargo, llegó a un extraordinario nivel de desarrollo personal. Con muy poco, logró mucho...
Helen Keller (1880-1968) quedó ciega, sorda y muda a los 19 meses. Ella tenía mucho para quejarse y mucho para perder... y sin embargo...
  • A los 7 años inventó 60 señas para comunicarse.
  • A los 20 años aprendió a leer en braille, latín, griego y francés.
  • A los 24 años se graduó con honores.
  • Recorrió 39 países dando conferencias.
  • Se entrevistó con todos los presidentes  de EE.UU. y con las personalidades más célebres.
  • Escribió 11 libros.
¡Su vida nos enseña una lección de superación y optimismo!

UNA OPORTUNIDAD PERDIDA

En su conocida parábola de los talentos, Jesús narra que un hombre viajó lejos de su casa, y que antes de partir entregó sus bienes a sus siervos. A uno de ellos le dio cinco talentos, a otro dos, y a un tercero solamente uno. El que recibió cinco talentos, negoció con ellos y ganó otros cinco. Y lo mismo hizo el que recibió dos talentos: ganó otros dos. Pero el que recibió uno, lo escondió bajo tierra.
Y según la parábola, después de un tiempo, regresó el señor de aquellos siervos, y les pidió cuenta de cómo habían utilizado los talentos recibidos. El que había recibido cinco talentos, y el que había recibido dos, ambos tuvieron por igual la aprobación y felicitación de su señor. Pero el que había recibido un solo talento, le dijo a su señor: "Tuve miedo, fui y escondí tu talento en la tierra. Aquí tienes lo que es tuyo". Y el señor le respondió: "Siervo malo y negligente... Debías haber dado mi dinero a los banqueros, y yo hubiera recibido lo mío con el interés" (S. Mateo 25:14-30).
La esencia de la parábola se repite hasta nuestros días. A menudo, los que tienen mejores condiciones personales o mayores bienes materiales, se esfuerzan por aumentar su capital. Luchan, prosperan y se sienten estimulados en sus esfuerzos. Pero los que se sienten disminuidos, porque consideran que no brillan tanto como quisieran, tienden a desalentarse y permanecer estancados. Se comparan con otros, y no terminan de aceptarse a sí mismos. Se les reduce su autoestima, y se sienten mal en su convivencia con los demás.
Y con tal sentimiento de inferioridad, creen ser victimas de la mala suerte, y se dejan estar. No desarrollan sus talentos o aptitudes, y lo poco que creían ser o tener se les va deteriorando por causa de su desidia personal. En lugar de hacer lo que pueden, hacen lo que no deben: no hacen nada. Entierran su "modesto" talento que, bien desarrollado, podría darles grandes satisfacciones.
Según la parábola, el siervo que recibió un solo talento se volvió descontento, pesimista y hasta temeroso. Representa a aquellos que dicen: "Lo mio es tan pequeño que no vale gran cosa". Y así, los tales se van autoengañando con su pensamiento negativo, pierden su estima propia y dejan de crecer. Exactamente lo opuesto de la actitud positiva de Helen Keller, cuyo notable ejemplo acabamos de destacar. ¡Cuánto logró ella con tan poco!

"¿QUÉ TIENES EN TU MANO?"

Esta es la pregunta que Dios le hizo a Moisés cuando lo llamó para ser el libertador de su pueblo en Egipto. Y su respuesta no pudo ser más simple: "Una vara" (Éxodo 4:2). Eso y nada, era más o menos lo mismo. Sin embargo, esa modesta vara de pastor de ovejas, bajo la conducción divina, se convertiría en el símbolo de la fuerza y la victoria que acompañaron a Moisés con caudillo de Israel (Éxodo 4:17).
Como ayer se lo preguntó a Moisés, hoy Dios también nos pregunta a ti y a mí: "¿Qué tienes en tu mano?" Es decir, "qué sabes", "cuánto tienes", "qué voluntad te anima..." Y aunque nuestra respuesta exhiba solo modestos talentos y habilidades, el Señor igualmente puede darnos suficiente idoneidad para triunfar o para resolver nuestras dificultades.
En las manos de Dios, lo poco siempre se multiplica para nuestro bien y para el bien ajeno. Como ocurrió con los pocos panes y peces que aquel anónimo muchacho colocó en las manos de Jesús. Ese modesto alimento familiar, se convirtió en la comida de una gran multitud. Por lo tanto, nunca te quejes si a tu vista tienes poco, porque puedes estar en camino hacia la abundancia de las bendiciones de Dios, si colocas en sus manos lo que tienes.
Mientras el insensato y pesimista siervo de la parábola enterró el único talento que había recibido, Moisés estuvo dispuesto a utilizar para bien la humilde vara de su posesión. En un sentido, era lo único que tenía. Pero eso bastó para Dios. ¿Qué tienes hoy en tu mano? ¿Apenas un anhelo de superación, un pequeño capital, un corazón bondadoso, o una habilidad dormida? Entrégale a Dios con optimismo ese modesto caudal de vida, y él te capacitará para mayores logros cada día. No es la cantidad de talentos que poseemos lo que vale para Dios, sino lo que hacemos con ellos, con mente positiva y corazón confiado. ¡En esto consiste el mérito de nuestras realizaciones!
Cuando soplan fuertes vientos, algunos, por temor, se esconden en cuevas. Otros, construyen molinos de viento y se hacen ricos. ¿Cuál es tu actitud ante los vientos de la vida?

ANTONIO NO SABÍA CANTAR


En la ciudad italiana de Cremona, vivió durante el siglo XVII un joven llamado Antonio. A menudo él se sentía apenado porque, viviendo en una población famosa por su música, él no podía cantar ni tocar. Nunca fue admitido en el coro juvenil de su ciudad. Y cuando el joven comenzó a tomar lecciones de violín, los vecinos convencieron a sus padres de que él dejara de tocar.
Los amigos de Antonio se burlaban de él porque, al parecer, lo único que él sabía hacer era tallar la madera. Y cierto día, Antonio fue a ver al renombrado fabricante de violines Amati que vivía en la ciudad, y le pidió que lo admitiera como aprendiz en su taller. Allí permaneció muchos años estudiando y aprendiendo, hasta que llegó a ser maestro en el arte de tallar. Alcanzó a fabricar muchos violines de una calidad en constante superación.
Cuando Antonio falleció en 1737, ya había fabricado más de mil quinientos violines con su propio nombre: "Antonio Stradivarius". Hoy esos violines son los más buscados, y se pagan por ellos sumas extraordinarias. Antonio Stradivarius no podía cantar ni tocar, pero con su único talento, bien utilizado, fabricó los mejores violines del mundo que hasta hoy siguen deleitando con la belleza de su música.
¿Estás preocupado o preocupada porque consideras que tienes un solo talento? Y, por esa razón, ¿te sientes inferior a quienes te rodean? Entonces te ha llegado la hora del desafío. Adopta una actitud positiva y optimista. Prueba una y otra vez, hasta que descubras ese talento que yace escondido en tu alma. Cultívalo con voluntad y con tu fe puesta en Dios. Y aunque los demás te subestimen, insiste con perseverancia tomándote de la mano del Señor. Él fortalecerá tu ánimo, te dará optimismo, y hará brillar tu talento con impensado éxito.
La parábola de Jesús enseña la importancia de la buena actitud, más que de la cantidad. Tanto, que el señor de la casa felicitó con los mismos términos al siervo que llegó a tener diez talentos, como a su compañero que alcanzó solamente cuatro. Y le habría dicho las mismas palabras de felicitación al siervo que recibió un solo talento, si hubiera terminado apenas con dos. Si lo poco que había recibido de su patrón, lo hubiera sabido cultivar y capitalizar, ¡cuán diferente habría sido su vida!

SI NO PUEDES SER

Si no puedes ser pino en la cumbre,
sé la mata del valle, la más linda
de las matas que van junto al arroyo.

Sé el arbusto, si el árbol está arriba.
Si no llegas a arbusto, sé la hierba
que al camino feliz y humilde vista.

Tripulantes, si no capitanes,
que un lugar siempre guárdanos la vida.
Hay que hacer cosas grandes y pequeñas,
pero siempre ha de hacerse la más chica.

De no ser el camino, sé el sendero;
si no el Sol, sé la estrella que titila.
No busquemos tamaño en la pelea,
sino ser lo mejor en nuestras filas.

Estos versos invitan a no cometer el error del siervo de la parábola, quien no estuvo dispuesto a ser hierba, arbusto, o un humilde sendero. De entrada, él quiso ser grande y tener mucho, en lugar de ocuparse en multiplicar lo que ya tenía. Y así le fue. Su actitud derrotista y pesimista lo condujo al fracaso y la nulidad. De ahí, la severa reprensión de su patrón.
Así terminó la historia del siervo pesimista y estancado. Pudo tener mejor fin, pero no actuó, y el éxito se le escapó de las manos. Su pensamiento negativo lo traicionó y lo hundió en el fracaso. Veamos ahora otra historia, con un final notablemente feliz...

Problemas concretos, soluciones prácticas

"Me quedé sin trabajo"
Esta dificultad puede conducirte al replanteo de ciertas actitudes o situaciones: ¿Qué te llevó a quedarte sin empleo? ¿Hay algo que deba cambiar en mi vida? ¿Disfrutaba de mi trabajo?
Piensa y no pierdas el tiempo lamentándote. Sal en busca de nuevas oportunidades.

"Murió un ser querido"
La palabra de Dios dice que en este mundo de pecado la muerte tiene lugar. Pero también dice que Jesús es la resurrección y la vida, y que su segunda venida dará inicio a la vida eterna.
Mientras esperamos ese gran acontecimiento, haz tu duelo y recuerda a la persona que ya no está con amor y cariño.

"Mi pareja me dejó"
Este hecho siempre es doloroso y frustrante. Pero, más allá de la tristeza natural por la ruptura, es tiempo de reconsiderar lo ocurrido y no dejarse llevar por los sentimientos. Aprende de esta experiencia, aférrate a tu familia y a tus amigos y piensa que si alguien por alguna razón eligió con seguir compartiendo una relación contigo no puedes obligar a esa persona a que siga junto a ti. Respeta esa decisión y ten por seguro que aún puedes ser feliz.

"La vida me decepcionó"
Nadie está exento de caer en las redes de la crisis existencial. El cuestionamiento de ciertos asuntos nos llega sin saber porqué. Lo concreto es que estamos desencantados porque no hemos logrado nuestros objetivos. Primeramente, no desesperes. Con reflexión haz un balance de lo que ocurrió, aprende de tus errores y rescata lo positivo. Y luego, ten por seguro algo: nunca es tarde. Siempre es posible volver a empezar.

¿Qué tal si, con la ayuda de Dios, pensamos en cada imprevisto o desgracia como un desafío y una oportunidad?

EN BUSCA DE MEJOR SUERTE


Él estaba bien donde estaba y como estaba. No le faltaba nada en su casa. Sin embargo, quería estar mejor y tener mayor libertad de acción. Había escuchado que en cierto país lejano era posible gozar más de la vida. Y cuanto más se imaginaba las delicias de ese país, más soñaba con viajar algún día hasta allí. Y ese día llegó. Con el dinero de la herencia que exigió de su padre, el muchacho emprendió el viaje hacia aquella tierra extranjera.
Al llegar al destino, como buen inmigrante recién llegado y sin familia, el joven se sintió solo. Pero con el abundante dinero que llevaba consigo, le fue fácil hacerse de amigos en poco tiempo. Y con ellos, el muchacho empezó a "gozar" de la vida. Hacía lo que quería, sin que nadie se metiera en sus cosas. ¡Eso sí era vivir con total libertad! Pero su libertad mal entendida, pronto se convirtió en descontrol y derroche.
Así comienza la emocionante parábola del hijo pródigo narrada por Jesús en San Lucas 15:11 al 24. Y lo que en un principio al joven le pareció tan atrayente y placentero, se le volvió en su peor desgracia. El dinero comenzó a faltarle. Y los amigos, aparentemente tan buenos y leales, lo fueron dejando solo. Tan solo, que no tuvo a quién acudir cuando se quedó sin dinero del todo. Y el muchacho, bien alimentado hasta entonces, comenzó a sentir la angustia del hambre.
Sin amigos, sin dinero y sin alimento en un país extranjero, el infortunado joven no tuvo otra salida que ponerse a buscar cualquier trabajo para sobrevivir. Pero, justamente por ese tiempo, la sequía y el hambre habían invadido esa región. Por lo tanto, le fue difícil encontrar trabajo. Finalmente, lo único que consiguió fue la humilde y sucia tarea de cuidar los cerdos de un chiquero.
En ese indeseable lugar, deseaba comer la comida de los cerdos; pero ni aun eso podía lograr. Entonces, con su estomago vacío, su soledad, su miseria y su derrota, el muchacho recapacitó  y volvió en sí. Comprendió la insensatez de haber dejado su hogar para hundirse en el extravío y malgastar su dinero. Por primera vez en mucho tiempo comenzó a pensar en positivo. Descubrió en su alma una pequeña luz de esperanza.
Dejando de lado su amor propio y su orgullo de hijo rebelde, se dijo a sí mismo con humildad y arrepentimiento: "¡Cuántos jornaleros en casa de mi padre tienen abundancia de pan, y yo aquí me muero de hambre!"

LA GRAN DECISIÓN

Y, desde el fondo de su angustia y de su hambre, el muchacho decidió: "Me levantaré, iré a mi padre, y le diré: Padre, he pecado contra el cielo y contra ti. Ya no soy digno de ser llamado tu hijo. Trátame como a uno de tus jornaleros".
El hijo reaccionó a tiempo. Se mostró esperanzado y optimista, al pensar que su padre lo podría recibir de nuevo en el hogar. Y así pensando, el muchacho abandonó el chiquero y emprendió el largo camino de regreso a su casa. Su altivez anterior había terminado para siempre. Ahora el hijo llevaba una ropa sucia, una conciencia culpable y un corazón sin pretensiones.
Y cuando su padre lo vio a la distancia, corrió hacia él, se echó sobre su cuello y lo besó. El hijo confesó su falta y le pidió perdón a su padre. Y el padre le demostró su amor y perdón organizando una gran fiesta de bienvenida. Luego dijo: "Este hijo mío estaba muerto, y ha revivido; se había perdido, y ha sido hallado".
El muchacho se hubiera conformado con ser apenas un peón en el campo de su padre. Pero lo que recibió excedió su imaginación. Pasó de la ruina a la abundancia. Recuperó el amor de su padre, que antes había despreciado. Su esperanza y su optimismo fueron ampliamente recompensados...

ÉL Y NOSOTROS


De alguna manera, todos estamos representados en la historia del hijo pródigo. Todos podemos alejarnos de Dios, nuestro Padre, y entronizar nuestro propio Yo. Todos podemos tomar caminos errados y terminar en el fracaso. Todos podemos sufrir la angustia y la culpa de nuestros propios extravíos... Pero también, todos podemos contar con el amor profundo del Padre que perdona y olvida nuestras caídas...
Al igual que el joven de la parábola, todos podemos pasar de la dignidad a la humillación, de la abundancia a la carencia, de la compañía a la soledad, de la alegría al dolor, del éxito al fracaso... Pero cuando nos acercamos a Dios y buscamos con arrepentimiento su apoyo paternal, él revierte la historia. Transforma nuestros corazones y nos hace nuevas personas. Nos guía como hijos suyos y nos inunda de felicidad.
¿Te has sentido alguna vez como el hijo pródigo, alejado del bien y de Dios? ¿O quizá hoy mismo te encuentras en tal condición? Entonces despierta tu esperanza, aviva como nunca tu optimismo, abandona tus dudas y abriga una fe positiva acerca del amor perdonador de Dios. Él te ama entrañablemente, y con su poder infinito puede cambiar el curso de tu vida.
La hermosa verdad bíblica dice: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es; las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas" (2 Corintios 5:17). Este fue el cambio admirable que experimentó el hijo pródigo cuando volvió a su padre. No se quedó inmóvil en su abatimiento. Y su optimismo fue altamente recompensado.
Como el padre del relato esperaba con amor el regreso de su hijo, así nos espera cada día nuestro Padre celestial: para escuchar nuestras oraciones, para perdonar nuestras faltas, para colmarnos de sus bendiciones, para fortalecernos en nuestras luchas cotidianas... Esta es la lección que brota de la inmortal parábola de Jesús. ¡Recuérdala hoy con especial atención!

DOS HISTORIAS, DOS FINALES

La primera historia que vimos en este artículo nos mostró a un hombre decididamente negativo. Había recibido un talento de manos de su patrón, y lo único que hizo con él fue enterrarlo. Se sintió desconforme y disminuido. Quizá habrá envidiado la mejor suerte de sus compañeros. Y temiendo que pudiera perder ese solo talento, optó por enterrarlo en lugar de capitalizarlo.
Con esa mentalidad pesimista y derrotista, el hombre no llegó a ninguna parte. Y así les va hasta hoy a quienes adoptan esa misma actitud de pesimismo y estancamiento. No intentan, no prosperan y no son felices...
Todos podemos aprender del mal siervo que enterró su talento. Para hacer, por contraste, lo contrario de lo que hizo él. Así que, ¡esfuérzate por avanzar con optimismo y decisión, aunque tengas un humilde talento o una modesta virtud que tal vez los demás no aprecian en ti! Dios te conoce, y puede enriquecer tu vida si la colocas en sus manos de amor.
La segunda historia que hemos recordado en este artículo, nos llevó a la experiencia del hijo pródigo. En su fracaso, lo vimos solitario, angustiado, sucio y hambriento. Pero desde el fondo de su alma desvalida, comprendió que podía haber esperanza para él. Se acordó de su padre, y se levantó con optimismo del chiquero. Y su optimismo fue premiado con un conmovedor reencuentro de amor y de perdón...
Si el joven hubiese dudado del amor de su padre, jamás habría regresado a su casa. Pero su confianza, junto con su arrepentimiento, le cambió la vida. ¿Tienes dudas en tu corazón acerca del amor de Dios en tu favor? Recuerda entonces que él siempre te espera para darte el abrazo de su amor y su perdón. Sé optimista en tu amistad con Dios, y espera de él siempre lo mejor para ti. A la luz de las dos historias narradas, conserva el brillo del optimismo en tu ser. ¡No lo dejes apagar!

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