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CUANDO APARECEN LAS DIFICULTADES

CUANDO APARECEN LAS DIFICULTADES


Una de las parábolas del escritor uruguayo José E. Rodó se titula "Mirando jugar a un niño". En ella, el autor cuenta que cierto día un niño jugaba alegremente en un jardín. Y allí, entre las plantas, encontró una copa de cristal. Al golpearla, brotó de ella una hermosa melodía que llenó de alborozo su corazón infantil.
Luego, al niño se le ocurrió llenar la copa con la arena que había en el jardín. Entonces volvió a golpearla, pero quedó decepcionado al comprobar que la copa producía apenas un sonido sordo y opaco. Y en su desencanto, el chico tuvo una idea luminosa. Arrancó una flor del huerto, la introdujo en la arena de la copa y allí quedó clavada. Entonces, el niño salió corriendo con la copa en alto, con la emoción propia de un vencedor. La belleza y el perfume de la flor le hicieron olvidar que el cristal ya no omitía sonido alguno. Supo convertir en éxito su aparente fracaso.
El chico de la parábola pinta los cambios anímicos que pueden producirse en nuestro corazón. Ayer estábamos alegres, y hoy nos invade cierta melancolía. Pero mañana, con ingenio y voluntad, podemos recuperar el gozo perdido. Así suele fluctuar nuestro ánimo: entre una grata sensación de bienestar y las penas provocadas por alguna inesperada dificultad. Son las adversidades, los golpes, los problemas y los contratiempos, que inevitablemente nos acompañan a lo largo de la vida. Por eso, San Pedro escribió: "No os sorprendáis del fuego de la prueba que os ha sobrevenido, como si alguna cosa extraña os aconteciese" (1 S. Pedro 4:12). Porque en realidad, no es "algo extraño", sino algo común en la vida de todos.
Sin embargo, comunes y dolorosas como puedan ser las pruebas, lo más importante acerca de ellas es la actitud que adoptemos cuando nos tocan de cerca. Por ejemplo, el pesimista podrá pensar: "¿Qué mal he hecho para sufrir esta dificultad? No la puedo soportar, es más fuerte que yo". Y, con tales sentimientos, el pesimista se hundirá en el desánimo y la depresión. Es decir, su actitud negativa será decididamente perjudicial.
En contraste, notemos la actitud del optimista. Ante la misma prueba se inclinará por pensar cosas como estas:
  • "No voy a permitir que este problema arruine mi ánimo y mi salud".
  • "¡Qué lección me está enseñando este trance!".
  • "Con la ayuda de Dios espero superar esta dificultad".
Como el chico de la parábola narrada, el optimista siempre buscará y encontrará el modo de resolver sus males y contrariedades. ¿Eres tú esta clase de persona? ¡Esfuérzate por serlo, y verás sus magníficos resultados! En la hora de la dificultad se pone a prueba nuestro optimismo...

LA VENTAJA OCULTA

El joven José, el hijo favorito de su padre, había sido vendido cruelmente por sus hermanos a una caravana que se dirigía a Egipto. Y allí, en tierra extraña, debió padecer duras dificultades, desde el vil desprecio hasta la cárcel inmerecida. Su suerte pareció estar echada. Terminaría en el olvido y la esclavitud. Sin embargo, íntegro y fiel a Dios, José tuvo una sorprendente recompensa. Fue sacado de la cárcel, y nombrado como la principal autoridad de todo Egipto después del Faraón.
Y llegó el momento cuando los malvados hermanos de José, movidos por el hambre de su tierra, tuvieron que ir a Egipto para comprar alimento. Y allí, contra todo lo imaginable, se encontraron con José. Jamás habían pensado que alguna vez iban a llamarlo "señor", e iban a depender tanto de él. Se humillaron, lloraron y le pidieron perdón por la maldad que habían cometido contra él.
Con grandeza de alma, José perdonó a sus hermanos, y les dijo: "No os entristezcáis, ni os enojéis contra vosotros mismos por haberme vendido acá, que para preservación de vida me envió Dios delante de vosotros" (Génesis 45:5). José entendió que por encima de la desgracia que había sufrido, la mano providencial de Dios había utilizado esa prueba para bendición de su vida y de toda su familia.
En el corazón de José no hubo rencor ni sed de venganza; no hubo reproches ni condena contra sus desalmados hermanos. Conservó siempre una actitud positiva y optimista, reconociendo que Dios estaba a su lado y que tenia algún plan superior para su vida. Nunca renegó de Dios, ni se enfermó de amargura por las injusticias cometidas contra él. Supo vivir al margen de las bajezas que lo rodearon.
¿No crees que la experiencia de José encierra una gran lección? Dios también tiene hoy un plan para nuestra vida, y quiere guiarnos en todo momento para que esa plan se cumpla en nuestro favor. En medio de las pruebas y los problemas que debamos enfrentar, la mano de Dios está en el timón de nuestra vida para que logremos sus divinos propósitos. Y si nos mostramos dóciles a la conducción del Señor, el éxito ciertamente nos acompañará.
Detrás de cada adversidad puede estar escondida una bendición, que espera a quien confía en la bondad de Dios. Dice el salmista David: "Encomienda al Señor tu camino, confía en él y él hará" (Salmo 37:5). Así actúa el creyente que conserva una mente optimista y constructiva. ¡Procura mantenerte dentro de esta onda positiva, y Dios te colmará de bendición!
Cuenta una historia que un náufrago vivía solo en una isla desierta, totalmente apartada de la civilización. Hacía ya varias semanas que su barco se había hundido. Deduciendo que tardarían varias semanas en rescatarlo, y viendo que resultaban en vano sus intentos por dar señales de vida, construyó una pequeña choza en la playa. Con el correr de los días, su nuevo hogar tenia cada vez más comodidades.
Hasta que una noche, el hombre salió a buscar alimentos y dejó el fuego encendido. Los vientos de la isla hicieron que su casa se incendiara por completo. El hombre se quejó ante Dios. Dijo: "Lo único que tenia era esta choza y ahora me dejaste sin nada".
A las pocas horas, un barco llego a la isla a rescatarlo. El capitán le dijo al hombre: "Divisamos a lo lejos el gran fuego que encendió y acudimos de inmediato".
Aprende a ver lo positivo aun en las situaciones negativas que te tocan vivir.

UN EJEMPLO HISTÓRICO

En su éxodo masivo, el pueblo hebreo huía del ejército egipcio. Corrían el peligro de ser alcanzados y destruidos. El peligro se hacía mayor porque no sabían hacia dónde escapar. Detrás estaba el ejército perseguidor, a ambos lados estaban el desierto y la montaña, y por delante tenían las aguas del Mar Rojo.
Aparentemente no había salida de escape. El pueblo comenzó a temer y protestar. ¿No hubiese sido mejor permanecer en Egipto, antes que ser destruidos en el desierto? Y mientras el pueblo no veía más que una muerte segura, apareció la voz del valor y el optimismo. Por orden de Dios, el gran líder Moisés le ordenó al pueblo que siguiera su marcha y atravesara el mar (Éxodo 14:15, 16). ¡Parecía una locura! Pero la indicación provenía de Dios. Y el Señor habría de hacer el milagro si el pueblo obedecía. Como hubo obediencia, las aguas del Mar Rojo se abrieron, y el pueblo avanzó en seco. Luego, esas mismas aguas se cerraron, y destruyeron para siempre al ejército perseguidor (Éxodo 14:17-31).
Moisés se había mostrado seguro y animoso. Y Dios honró su fe, con la cual alentó al pueblo inicialmente derrotista. Aquel increíble éxodo y aquel milagroso cruce del mar, fueron el premio al optimismo encendido por Dios en el corazón del pueblo...
¿Tienes delante de ti algún mar que cruzar? ¿Tienes barreras, enemistades o dificultades que superar? ¿O tal vez te sientes perdedor en la carrera de la vida? ¡Aviva entonces tu confianza en Dios, y pídele que te haga optimista! Él te dará sabiduría y te hará vencedor, o vencedora, con una nueva capacidad para seguir triunfando.
Como Dios bendijo a Moisés y a su pueblo, cuando todas las puertas parecían cerradas y la muerte tan cercana, así el Señor de los ejércitos podrá pelear en tu favor las mayores batallas que debas enfrentar. En la hora de la dificultad, siempre podemos conservar la esperanza cierta de poder remediar nuestros males, no importa de qué índole puedan ser. ¡Prueba al Señor cuando arrecien el peligro y la adversidad! Pídele con fe su ayuda divina, y él te abrirá el camino de la liberación.

NO ESTAMOS SOLOS

Una adolescente debía hacer un largo viaje para visitar a su madre gravemente enferma. Era la primera vez que haría sola ese viaje, que le tomaría más de veinte horas. Pero en su temor, cobró ánimo al recordar una frase que alguien le había enseñado para sus momentos de dificultad. La frase decía: "Para esta necesidad tengo a Cristo".
Y así motivada, la chica viajó y llegó a su casa paterna, donde recibió la peor noticia: su madre acababa de morir. En esa apartada zona rural no había empresa fúnebre que se encargara de los preparativos para el funeral. Los propios hijos debían realizar la tarea. Así que la hija recién llegada, siendo la mayor de sus hermanos, debió tomar la iniciativa. Y en medio de su profundo dolor, la muchacha recordó nuevamente la frase alentadora: "Para esta necesidad tengo a Cristo".
Luego, con esa misma frase clave alentó a sus hermanos. Y tiempo más tarde, cuando la joven se encontraba de nuevo en la ciudad, cada vez que debía enfrentar un problema, siempre se decía confiadamente: "Para esta necesidad tengo a Cristo". Esto le permitía sentir que Dios estaba con ella. Y con tal seguridad se afirmaba su fe y ahuyentaba su soledad.
Así puede sentir el alma solitaria o el corazón atribulado. En toda necesidad, Dios nos proporciona la mejor compañía y despierta nuestras fuerzas dormidas. Nace entonces el optimismo para resolver nuestras dificultades...
¿Cuál es tu necesidad en esta hora? ¿Qué es lo que realmente te falta? ¿Salud, amor, dinero, compañía , sabiduría, optimismo, alegría? Pon en la lista lo que más estés necesitando, y luego recuerda estas palabras de la Sagrada Escritura:
  • "Los que buscan a Jehová no tendrán falta de ningún bien" (Salmo 34:10).
  • "Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta" (Filipenses 4:19).
  • "Todo lo que pidiereis orando, creed que lo recibiréis, y os vendrá" (S. Marcos 11:24).
En tus soledades, Jesús es tu mejor Amigo; y en tus carencia, él es tu mayor Proveedor. En su presencia, las dificultades se transforman en bendiciones.
No desesperes por los problemas de hoy ni por los temores acerca del mañana. El mañana aún no llegó. Y cuando llegue podrá ser mejor que hoy, si colocamos nuestra vida en las manos de Dios. Dijo Jesús: "No os afanéis por el día de mañana... Basta a cada día su propio mal" (S. Mateo 6:34). ¡Una extraordinaria lección de confianza en las providencias de Dios, para vivir tranquilos cada día! ¿No te parece?

PAZ EN LA ANGUSTIA


Una de nuestras mayores dificultades consiste en saber aceptar las pruebas de la vida. Sufrimos algún revés, alguna decepción, alguna traición, y el ánimo se nos cae de su normal pedestal. Entonces surge la infaltable pregunta: "¿Cómo voy a salir de esta situación?"
Y ante la pregunta vienen a la mente las admirables palabras de Job. En medio de su profundo dolor, mientras su esposa le decía: "Maldice a Dios, y muérete", el valiente patriarca repuso: "Recibiremos de Dios el bien y el mal no? (Job 2:9, 10). Con lo cual quiso decir: Así como recibimos tantas bendiciones de Dios, porque él nos ama, ¿no estaremos también dispuestos a sobrellevar alguna adversidad, que ese mismo Dios de amor permite para nuestro bien?
¡Es tan fácil recibir las bondades de Dios, y tan difícil aceptar sus designios en el día de la dificultad! Sin embargo, su amor paternal nos acompaña tanto cuando nos da como cuando nos quita. Solo que cuando recibimos las bendiciones de Dios, no siempre estamos conscientes de ello. Pero cuando sobreviene la prueba, ¡cuánto nos cuesta ver en ella la mano orientadora y correctora de Dios! Y así, la paz abandona nuestro corazón.
Esto es lo que sintió el antiguo salmista, cuando le preguntó a su propia alma: "¿Por qué te abates, oh alma mía, y te turbas dentro de mí". Y él mismo se respondió: "Espera en Dios; porque aún he de alabarle, salvación mía y Dios mío" (Salmo 42:5, 11). Primero, la angustiosa expresión del abatimiento, con pesimismo incluido. Pero luego, la confianza de que Dios le devolvería la paz y el optimismo de la vida. Y como resultado, el salmista tendría el gozo y la alabanza en su corazón.
No te derrumbes en la hora de la prueba, porque Dios te sigue amando y cuidando como en el día de mayor bienestar. Haz tuyas las palabras del rey David: "A Jehová he puesto siempre delante de mí, porque está a mi diestra, no seré conmovido" (Salmo 16:8). Y luego, le dice directamente a Dios: "En tu presencia hay plenitud de gozo, delicias a tu diestra para siempre" (Salmo 16:11). Este es el lenguaje positivo y optimista de todo buen hijo de Dios.
Por eso, cuando la adversidad llame a tu puerta, redobla tu amistad con Dios y dale gracias por su amor. Cuando tu corazón vibra de alabanza y gratitud al Señor, más fuerte te vuelves para soportar cualquier contrariedad. Encomiéndate cada día a la dirección de Dios, valora todas las bendiciones que él te da, y él despejará las sombras de tu vida. ¡Haz la prueba!

¡PRUEBA TU OPTIMISMO!

Reflexiona en las siguientes preguntas y sus respuestas.
  1. ¿Crees que cuando un a puerta se cierra otra se abre?
  2. a) No.
    b) Sí.
    c) A veces.

  3. ¿Crees que tus amigos nunca te decepcionarán?
  4. a) No lo creo.
    b) Por lo general, sí.
    c) No estoy seguro.

  5. ¿Cómo completarías esta frase?: "Si no tienes éxito al primer intento...
  6. a) Ríndete.
    b) Inténtalo de nuevo.
    c) Inténtalo una vez y otra vez.

  7. ¿Cuánto tiempo tardas en contar las cosas buenas que hay en tu vida?
  8. a) Tardo muy poco.
    b) Podría no terminar nunca de contar.
    c) Lo mismo que la mayoría de la gente.

  9. ¿Consideras que tu vaso de la vida está medio lleno o medio vacío?
  10. a) Medio vacío.
    b) Medio lleno.
    c) Ni lo uno ni lo otro.

FUERTES Y OPTIMISTAS


No importa cuál sea el problema que te agobie, si solo te asustas y te quejas, el problema persistirá y te volverás pesimista. Pero si te ocupas en la búsqueda de la solución, aumentará tu vigor mental y crecerás en optimismo. Así que no dejes que los problemas te asfixien. Ponte por encima de ellos, y los podrás dominar con voluntad y con tu fe puesta en Dios.
Problemas y dolores tendremos siempre. Son parte inevitable de la escuela de la vida. Y bien tomados, nos ayudan a crecer y madurar. Así les pasa a las águilas cuando aprenden a volar.
Cuando el águila quiere enseñar a volar a sus pichones, les coloca en el nido diversos objetos espinosos y puntiagudos que obligan a los polluelos a lanzarse al vacío. Ese es un momento de seria prueba para la pequeña avecilla. Pero es la única manera como puede aprender a volar. Si permaneciera en un nido suave y blando, jamás aprendería a usar correctamente sus alas.
Por cierto, el águila adulta vigila esos primeros vuelos de aprendizaje. Y cuando ve que el pichón  se cansa y corre algún peligro, se coloca rápidamente debajo de él y lo sostiene con sus robustas alas.
Dios procede con nosotros de la misma manera. Permite que suframos molestias y pruebas, para mejorar nuestra personalidad y pulir nuestro carácter. Este es el método apropiado del Señor. Pero, al mismo tiempo, él no nos deja solos en la hora de la prueba. Nos vigila y sostiene, para asegurar nuestro éxito y beneficio. ¿No es esta una tierna demostración del amor protector de Dios en nuestro favor?
Un ejemplo extraordinario de valor y optimismo frente a las pruebas lo encontramos en la vida de San Pablo y sus compañeros. El apóstol escribió: "Hasta el presente pasamos hambre, sed y desnudez, somos abofeteados y sin hogar. Nos fatigamos trabajando con nuestras manos. Nos maldicen, y bendecimos. Padecemos persecución, y la soportamos. Cuando nos difaman, respondemos con bondad" (1 Corintios 4:11-13). Y más adelante añadió: "Como tristes, pero siempre gozosos; como pobres, pero enriqueciendo a muchos; como no teniendo nada, pero poseyéndolo todo" (2 Corintios 6:10).
¡Qué mentalidad tan valerosa y positiva! Siendo probados por la incomprensión y la maldad de sus enemigos, y sin embargo respondiendo con bondad y perdón... Apóstoles del pasado, que soportaron la prueba con paciencia y con una inmensa medida de optimismo... Que no renunciaron a su ideal cristiano de servir y de compartir la verdad divina con los demás... ¡Fueron fuertes para ser buenos, y para hacer lo bueno! Nada los volvió resentidos ni pesimistas...
Si tu vida es noble, y puedes con ella servir a tu prójimo, continúa sin quejas y con perseverancia. ¡Elige ser optimista! Aunque te cueste un gran esfuerzo, y aunque encuentres obstáculos en el camino, recuerda que los verdaderos optimistas siempre van más lejos, porque se toman de la mano de Dios y dependen de él para todo lo que hacen. ¡Sé tú un optimista de esta clase!

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